ACTIVIDAD FÍSICA
Las personas que están diagnosticadas con alguna patología neurológica, independientemente del nivel de discapacidad, se benefician por mantener una vida más físicamente activa. Cada vez hay más evidencia, a favor de incluir actividad física dentro de la vida cotidiana y reducir el comportamiento sedentario prolongado, así como de prescribir ejercicio físico como se indican los tratamientos farmacológicos, como uno de los pilares del tratamiento.
Entre los beneficios, encontramos a nivel físico, mejoras de la condición física, a nivel cardiorrespiratorio, musculoesquelético y neuromotor, que se traducen en reducción de la fatiga diaria, mejora en los desplazamientos, la resistencia, la fuerza y la flexibilidad de los músculos, la coordinación y el equilibrio y el mejor desenvolvimiento de las actividades de la vida cotidiana. A nivel psicosocial, mejora los niveles de ansiedad, depresión, autoestima, calidad del sueño y así la relación con sus pares. Además, se han evidenciado diferencias significativas a nivel estructural dentro del sistema nervioso central, que nos abren un nuevo camino de oportunidades para explorar las modificaciones y potenciar los beneficios en el perfil de la enfermedad.
La práctica de actividad física regular produce beneficios sustanciales en la salud de todas las personas, tanto en la dimensión física, psíquica y social, mejorando la calidad de vida y reduciendo el riesgo de padecer enfermedades no transmisibles, como son las enfermedades cardiovasculares, respiratorias, mentales, diabetes, algunos tipos de canceres, entre otras.
Practicada de manera regular y con una cierta frecuencia, duración e intensidad es un factor clave en el tratamiento no farmacológico, resultado en mejoras tanto del valor pronóstico, la morbimortalidad así como en la calidad de vida de estos pacientes.
Coordinadora del Área: Prof. Dra. Gabriela Fernanda De Roia